“Lo que he encontrado es algo que solo podría haber nacido de un sueño trastornado o de un pecado aún mayor.”
Arcanum Caedis no fue un regalo ni un descubrimiento, sino un error catastrófico nacido del orgullo de los Despertados y la arrogancia de los Iluminados. Una explosión de paradoja, un choque entre magia y tecnología, desgarró el tejido de la realidad, abriendo este plano como una herida en el cosmos. Su misma existencia es inestable, marcada por grietas espaciales que destellan con energías imposibles, una advertencia constante de que este mundo podría colapsar sobre sí mismo en cualquier momento.
La Tierra, degenerándose bajo el peso de siglos de guerra, se libró momentáneamente del conflicto cuando los magos y tecnócratas decidieron trasladar su lucha a este nuevo campo. Aquí, en las tierras fracturadas de Arcanum, establecieron sus bastiones. Los magos, maestros de las Esferas, manipulan la esencia misma del plano, levantando torres y murallas que respiran como seres vivos. Los tecnócratas, fieles a su dogma de orden y control, construyen enclaves fortificados donde la maquinaria murmura sus profecías mecánicas.
Sin embargo, no todo es conquista organizada. Las escaramuzas son constantes, cada encuentro una mezcla de brutalidad pragmática y desdén ideológico. No se trata solo de quién controla los recursos; se trata de imponer una visión, de demostrar que su paradigma es el único verdadero. En este tablero de guerra, los verdaderos peones son los habitantes originales de Arcanum Caedis.
Eran un pueblo sencillo, avanzados hasta los límites de la era preindustrial, con su propia relación con la naturaleza y los secretos del plano. Pero ahora sus aldeas están en ruinas, sus campos marchitos bajo las marchas inclementes de soldados tecnócratas y constructos mágicos. Los pocos sobrevivientes vagan como fantasmas, exiliados en su propio hogar, enfrentando horrores que ni siquiera comprenden mientras las fisuras del plano escupen monstruosidades irreales.